En 1612 María de Médici, la madre de Luis firmó con Felipe III de España un contrato de matrimonio para unir a sus hijo Luis con la pequeña Ana de Austria de catorce años.
Luis parecía prestar poca atención al asunto, él estaba muy dedicado a la cría de pájaros, no se interesaba por los preparativos de aquella unión. Sin embargo, un tiempo después, fue obligado a subir a la carroza que lo conduciría hasta donde estaba su futura esposa.
Al llegar sonrió por un instante porque le comunicaron que su madre acababa de contraer varicela, motivo por el cual el casamiento se iba a demorar un mes más.
Al mes hubo otro viaje, Luis preguntó sobre la apariencia física de su esposa ya que nunca la había visto, pero nadie le pudo decir mucho. Entonces una mañana se hizo conducir hacia el castillo donde Ana se había detenido a pasar la noche, y sin dejarse ver por los españoles entró a la mansión, vio a la novia y se volvió. A la mañana siguiente alcanzó él mismo la carroza donde viajaba Ana y se puso a la par, asomó la cabeza y se señaló a si mismo con el dedo, mientras gritaba que era el rey.
Esa misma noche hubo una fiesta de recepción, Luis pareció bastante intimidado por su futura esposa y no se atrevió a dirigirle la palabra, el día siguiente fue peor, y así empezaron a circular por la ciudad frases muy burlonas respecto a la timidez del rey.
Al fin la noche del 23 de octubre de 1612 se preparó todo para el encuentro íntimo. El rey estaba tan pálido que algunos amigos le contaron anécdotas picantes para estimularlo.
Después de la cena, el rey se fue hasta su cámara, donde su madre lo esperaba para conducirlo hasta los aposentos de Ana de Austria. Antes de llevarlo, María de Médci dijo: "Hijo mío, no es suficiente con haberte casado, tenéis que ir a visitar a la reina que os espera" (y le hizo un gesto como explicándole). Luis contestó que solo aguardaba órdenes, dijo: "Voy, si ello os place, a verla con vos", entonces, acompañado de su madre, junto con dos nodrizas, un gobernador, el Marqués de Ranville, el señor de Varignan y los caballeros del guardarropas (que llevaban la espada del rey), se presentó en los aposentos de Ana.
Al aproximarse a Ana (que ya estaba en la cama) María de Médici habló así "Hija mía, he aquí al rey que os entrego, recibidle a vuestro lado y amadle, os lo ruego".
El rey se metió a la cama, todos los presentes le desearon buena fortuna, dieron media vuelta y se retiraron. Dos horas más tarde Luis XIII reapareció y le comentó al médico que se había unido con su esposa en más de una ocasión.
Se redactó un comunicado acerca de la noche de bodas, todo tenía que ver con la necesidad imperiosa de Maria de Médici de certificar de algún modo que la unión con Ana se había consumado, si en España se enteraban de que el rey no cumplía con el débito conyugal, tal vez decidirían colocar a Ana junto a otro monarca.
Pero la verdad es que la intimidad de la corte no creyó en el éxito de aquella noche, y se temió por la continuidad de las relaciones con España. Al día siguiente de la supuesta consumación Ana y Luis se contemplaban con aire aturdido y parecían muy tristes. Por la noche Luis XIII no pidió ser acompañado a la cama de la reina, cosa de la que muchos se asombraron.
A partir de entonces Luis y Ana sostuvieron una distancia extrema, no se cruzaban en ningún sitio y eso trajo enormes complicaciones para la alianza entre los dos países. Mientras tanto los funcionarios del palacio contaban a los españoles felicidades inexistentes, le enviaron a Felipe III documentos precisos que hablaban acerca de los pasos del rey, de un entusiasmo y una doncellez perdida.
En una oportunidad ocurrió algo curioso. Los funcionarios franceses supieron de la visita de enviados de la corte española que seguramente auditarían acerca de asuntos amorosos. María de Médici sostuvo entonces una ficción que convenció a los españoles de la fogosidad de los recién casados. Todos los cortesanos franceses con aire desentendido se acercaban a los embajadores de España y les sugerían que la ausencia del rey y la reina se debía a la conflagración constante de sus cuerpos (¡Que quiere monsieur, se la pasan todo el día conflagrando!). Y la verdad era que el rey se iba a cazar pájaros y la reina iba para cualquier otro lado.
Digamos para terminar que Luis XIII no manifestó el deseo de encontrarse íntimamente con su esposa hasta cuatro años más tarde. Y durante todo ese tiempo debió mentirse a la corte española para que el conflicto no estallara.
Aunque en realidad tampoco es seguro que haya existido una verdadera intimidad entre los reyes, tanto es así que se duda de la paternidad de sus dos hijos.
Texto adaptado de la emisión de La venganza será terrible del 07/03/11
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