En el S. VIII, los
Longobardo, un grupo germánico que había invadido el norte de Italia, hiso
prisionero a un diácono, al cual quisieron degollar. Había por ahí también un
sacerdote llamado (disculpen ustedes) Santulo, quien tenía buena relación con
los Longobardo, y consiguió que le dejaran a su cargo la custodia de éste
diácono.
“Respondo con mi
vida, si el prisionero se escapa mátenme a mí”.
Y el prisionero se
le escapó.
Santulo se ofreció voluntariamente a los
invasores y los Longobardo lo condenaron a muerte. Entonces es cuando comienza
a suceder algo milagroso. En el momento de decapitar a Santulo el verdugo quedó
con el brazo levantado sin poder descargar el golpe. La divinidad lo había
inmovilizado para salvar a Santulo.
Santulo prometió restituirle
el movimiento al verdugo después de hacerle jurar a él (no se cómo habrá jurado
si no podía moverse) y a los jefes Longobardo que después de esa ejecución no
matarían a nadie más.
Cuenta la crónica que los Longobardo, algunos espantados, y otros evangelizados al instante al ver semejante prodigio, liberaron a Santulo, le ofrecieron bueyes y caballos, e incluso la libertad de otros presos que habían tomado.
Cuenta la crónica que los Longobardo, algunos espantados, y otros evangelizados al instante al ver semejante prodigio, liberaron a Santulo, le ofrecieron bueyes y caballos, e incluso la libertad de otros presos que habían tomado.
Después de ese
reconocimiento el verdugo recuperó su andar.
Un milagro un poco
flojo, solamente salvado por el nombre del protagonista.
Segundo milagro.
Lo ha contado San
Ambrosio y sucedió en los primeros tiempos cristianos.
Inés era una
hermosa doncella romana, había abrasado el cristianismo y hecho votos de
castidad. Al verla, el hijo del noble Sempronio, se enamoró de ella, pero no
podía seducirla, ni con dádivas ni con ruegos (aunque no son dos métodos muy
nobles de seducción. ¿Cómo seduce usted en los bailes? ¿Con dádivas primero y
con ruegos después? Dale que te cuesta y tomá estos veinte centavos
Para decirlo bien,
el hijo del noble Sempronio estaba enamorado, trataba de seducirla, y no sabía
de qué modo.
El padre del
muchacho, es decir el propio Sempronio se enteró del mal de amores de su hijo y
ordenó como funcionario y noble que era, a Inés, que se rindiera a los deseos
del joven. Ella se negó con firmeza.
Sempronio entonces, como castigo, la hizo exponer desnuda en una mancebía “Ahora vas a ver le dijo” mejor dicho “Ahora van a ver”.
Ahí es donde vino el milagro, dice la historia que, para disimular la desnudez y en defensa del pudor de esta doncella, comenzó a brotar de modo visible gran cantidad de cabello, que ella usó con toda astucia para tapar aquello que había sido obligada a mostrar.
Pero los milagros no terminaron allí, el hijo de Sempronio quiso tocar a su amada, corriendo esa cortina de cabellos, pero al tocarla, calló muerto a sus pies.
Estas historias siempre tienen su momento edificante. Parece que Sempronio naturalmente quedó destruido con la muerte de su hijo. A lo que Inés, con sus rezos (mire que buena que era) obtuvo la resurrección del enamorado. Pero eso sí, nunca correspondió a su amor.
Porque viste como es, lo resucitás a uno y ya se cree con derecho a todo.
“No crea que porque lo resucité, voy a andar concediéndole otros favores”, dijo mientras se peinaba todos los pelos que tenía con Glostora.
Sempronio entonces, como castigo, la hizo exponer desnuda en una mancebía “Ahora vas a ver le dijo” mejor dicho “Ahora van a ver”.
Ahí es donde vino el milagro, dice la historia que, para disimular la desnudez y en defensa del pudor de esta doncella, comenzó a brotar de modo visible gran cantidad de cabello, que ella usó con toda astucia para tapar aquello que había sido obligada a mostrar.
Pero los milagros no terminaron allí, el hijo de Sempronio quiso tocar a su amada, corriendo esa cortina de cabellos, pero al tocarla, calló muerto a sus pies.
Estas historias siempre tienen su momento edificante. Parece que Sempronio naturalmente quedó destruido con la muerte de su hijo. A lo que Inés, con sus rezos (mire que buena que era) obtuvo la resurrección del enamorado. Pero eso sí, nunca correspondió a su amor.
Porque viste como es, lo resucitás a uno y ya se cree con derecho a todo.
“No crea que porque lo resucité, voy a andar concediéndole otros favores”, dijo mientras se peinaba todos los pelos que tenía con Glostora.
Había otro milagro
muy breve, de una doncella muy hermosa que quería conservar su castidad, y
accediendo a sus rezos el cielo la volvió fea. Es decir, la cara le cuidaba la
castidad.
Milagros chinos
muy breves
Sya Hou Kai era un
hombre que había muerto de muerte natural, el espectro regresaba cada tarde a
su hogar para tomar un té. Como Sya Hou Kai no hacía mucho más que tomar té en
su hogar en vida, nadie lloró una ausencia.
Al gobernador de
la prefectura de Bo Hay le gustaba una muchacha de la que logró una promesa de
casamiento.
Pero pasaron muchos años y ella no cumplía la promesa. El gobernador, harto ya,
decapitó a la prometida.
Al día siguiente
se presentó la cabeza en su sala de trabajo. La cabeza le dijo lo siguiente:
“¡Estúpido!” Y voló a encontrarse en las alturas con otra cabeza, la de un
muchacho que había corrido su misma suerte. Es decir, siempre encontramos
nuestra cabeza gemela.
Hubo en la
prefectura de Xián Sia, una familia, los Huang, que fueron a bañarse al río
Pang.
La señora Huang
estuvo en el agua mucho tiempo y se transformó en tortuga. Todos los parientes
quedaron llenos de estupor y regresaron a la casa sin la señora Huang.
Volvamos a los milagros cristianos.
Volvamos a los milagros cristianos.
Alguna vez
contamos un milagro que consistía en castigar a un hombre con una lluvia
particular, una lluvia escueta que perseguía al desdichado a donde fuere.
San Donato fue un obispo de la Toscana que
vivió en el S. IV. Conseguía merced a la oración, sequías particulares, no se
mojaba si llovía, porque sobre él, los aguaceros no caían nunca.
Un milagro muy funcional.
Un milagro muy funcional.
Macario, el
egipcio, vivió en el S. IV.
En una oportunidad
las autoridades encontraron a un hombre muerto, señalaron a otro como el
posible asesino, y lo persiguieron para apresarlo.
El sospechoso se
refugió donde vivía Macario, que era un santo. Los guardias llegaron y le pidieron
que entregara al hombre que buscaban. El buscado gritaba desesperadamente desde
dentro de la casa, que él no tenía la culpa de aquella muerte y que se negaba a
entregarse.
Macario entonces pidió a todos que lo acompañaran hasta el sepulcro del hombre muerto, una vez allí, Macario miró al sepulcro y dijo. Te pido y mando que digas si este hombre te mató.
El muerto con voz clara respondió que aquel hombre no era el asesino. Los presentes quedaron atónitos (porque claro, pensaban que sí era el asesino).
Macario entonces pidió a todos que lo acompañaran hasta el sepulcro del hombre muerto, una vez allí, Macario miró al sepulcro y dijo. Te pido y mando que digas si este hombre te mató.
El muerto con voz clara respondió que aquel hombre no era el asesino. Los presentes quedaron atónitos (porque claro, pensaban que sí era el asesino).
Luego le
suplicaron a Macario, que ya que estaba le preguntara al muerto, quién había
sido realmente el matador.
Macario respondió
lo siguiente: “A mí me basta, que el que no tiene culpa, no tenga pena, que sea
castigado el culpable no me toca, y ademá, no soy alcahuete.” Y se volvió a su
casa.
Texto adaptado de la emisión de: La venganza será terrible del 22/01/10