14 de agosto de 2012

Milagros

Primer milagro.
En el S. VIII, los Longobardo, un grupo germánico que había invadido el norte de Italia, hiso prisionero a un diácono, al cual quisieron degollar. Había por ahí también un sacerdote llamado (disculpen ustedes) Santulo, quien tenía buena relación con los Longobardo, y consiguió que le dejaran a su cargo la custodia de éste diácono.
“Respondo con mi vida, si el prisionero se escapa mátenme a mí”.
Y el prisionero se le escapó.
 Santulo se ofreció voluntariamente a los invasores y los Longobardo lo condenaron a muerte. Entonces es cuando comienza a suceder algo milagroso. En el momento de decapitar a Santulo el verdugo quedó con el brazo levantado sin poder descargar el golpe. La divinidad lo había inmovilizado para salvar a Santulo.
Santulo prometió restituirle el movimiento al verdugo después de hacerle jurar a él (no se cómo habrá jurado si no podía moverse) y a los jefes Longobardo que después de esa ejecución no matarían a nadie más.
Cuenta la crónica que los Longobardo, algunos espantados, y otros evangelizados al instante al ver semejante prodigio, liberaron a Santulo, le ofrecieron bueyes y caballos, e incluso la libertad de otros presos que habían tomado.
Después de ese reconocimiento el verdugo recuperó su andar.
Un milagro un poco flojo, solamente salvado por el nombre del protagonista.

Segundo milagro.
Lo ha contado San Ambrosio y sucedió en los primeros tiempos cristianos.
Inés era una hermosa doncella romana, había abrasado el cristianismo y hecho votos de castidad. Al verla, el hijo del noble Sempronio, se enamoró de ella, pero no podía seducirla, ni con dádivas ni con ruegos (aunque no son dos métodos muy nobles de seducción. ¿Cómo seduce usted en los bailes? ¿Con dádivas primero y con ruegos después? Dale que te cuesta y tomá estos veinte centavos
Para decirlo bien, el hijo del noble Sempronio estaba enamorado, trataba de seducirla, y no sabía de qué modo.
El padre del muchacho, es decir el propio Sempronio se enteró del mal de amores de su hijo y ordenó como funcionario y noble que era, a Inés, que se rindiera a los deseos del joven. Ella se negó con firmeza.
Sempronio entonces, como castigo, la hizo exponer desnuda en una mancebía  “Ahora vas a ver le dijo” mejor dicho “Ahora van a ver”.
Ahí es donde vino el milagro, dice la historia que, para disimular la desnudez y en defensa del pudor de esta doncella, comenzó a brotar de modo visible gran cantidad de cabello, que ella usó con toda astucia para tapar aquello que había sido obligada a mostrar.
Pero los milagros no terminaron allí, el hijo de Sempronio quiso tocar a su amada, corriendo esa cortina de cabellos, pero al tocarla, calló muerto a sus pies.
Estas historias siempre tienen su momento edificante. Parece que Sempronio naturalmente quedó destruido con la muerte de su hijo. A lo que Inés, con sus rezos (mire que buena que era) obtuvo la resurrección del enamorado. Pero eso sí, nunca correspondió a su amor.
Porque viste como es, lo resucitás a uno y ya se cree con derecho a todo.
“No crea que porque lo resucité, voy a andar concediéndole otros favores”, dijo mientras se peinaba todos los pelos que tenía con Glostora.

Había otro milagro muy breve, de una doncella muy hermosa que quería conservar su castidad, y accediendo a sus rezos el cielo la volvió fea. Es decir, la cara le cuidaba la castidad.

Milagros chinos muy breves
Sya Hou Kai era un hombre que había muerto de muerte natural, el espectro regresaba cada tarde a su hogar para tomar un té. Como Sya Hou Kai no hacía mucho más que tomar té en su hogar en vida, nadie lloró una ausencia.

Al gobernador de la prefectura de Bo Hay le gustaba una muchacha de la que logró una promesa de casamiento. 
Pero pasaron muchos años y ella no cumplía la promesa. El gobernador, harto ya, decapitó a la prometida.
Al día siguiente se presentó la cabeza en su sala de trabajo. La cabeza le dijo lo siguiente: “¡Estúpido!” Y voló a encontrarse en las alturas con otra cabeza, la de un muchacho que había corrido su misma suerte. Es decir, siempre encontramos nuestra cabeza gemela.

Hubo en la prefectura de Xián Sia, una familia, los Huang, que fueron a bañarse al río Pang.
La señora Huang estuvo en el agua mucho tiempo y se transformó en tortuga. Todos los parientes quedaron llenos de estupor y regresaron a la casa sin la señora Huang.

Volvamos a los milagros cristianos.
Alguna vez contamos un milagro que consistía en castigar a un hombre con una lluvia particular, una lluvia escueta que perseguía al desdichado a donde fuere.
San Donato fue un obispo de la Toscana que vivió en el S. IV. Conseguía merced a la oración, sequías particulares, no se mojaba si llovía, porque sobre él, los aguaceros no caían nunca.
Un milagro muy funcional.


Macario, el egipcio, vivió en el S. IV.
En una oportunidad las autoridades encontraron a un hombre muerto, señalaron a otro como el posible asesino, y lo persiguieron para apresarlo.
El sospechoso se refugió donde vivía Macario, que era un santo. Los guardias llegaron y le pidieron que entregara al hombre que buscaban. El buscado gritaba desesperadamente desde dentro de la casa, que él no tenía la culpa de aquella muerte y que se negaba a entregarse.
Macario entonces pidió a todos que lo acompañaran hasta  el sepulcro del hombre muerto, una vez allí, Macario miró al sepulcro y dijo. Te pido y mando que digas si este hombre te mató.
El muerto con voz clara respondió que aquel hombre no era el asesino. Los presentes quedaron atónitos (porque claro, pensaban que sí era el asesino).
Luego le suplicaron a Macario, que ya que estaba le preguntara al muerto, quién había sido realmente el matador.
Macario respondió lo siguiente: “A mí me basta, que el que no tiene culpa, no tenga pena, que sea castigado el culpable no me toca, y ademá, no soy alcahuete.” Y se volvió a su casa.


Texto adaptado de la emisión de: La venganza será terrible del 22/01/10

26 de diciembre de 2011

Tres filósofos antiguos y sus extravagancias

Heráclito de Éfeso.
Aquel que dijo que no nos bañamos dos veces en el mismo río.
Veremos qué sucedió con él poco antes de su muerte, allá por el 480 A.C.
Se fue a vivir a las montañas como un eremita, parece que no quería ver a nadie, la humanidad le producía una profunda antipatía, sostenía que el género humano era una bestia irremisiblemente hipócrita, obtusa y cruel al cual no valía la pena enseñarle nada.
Sus meditaciones están reunidas en un libro titulado "Sobre la naturaleza" que cuando estuvo terminado depositó en el templo de Artemis, la diosa de la caza, para desesperación de la posteridad que debió quemarse los sesos para comprender algo.
Lo que pasa es que primero (Según dice Russell) el desprecio de Heráclito por los hombres era tal que escribió de un modo que nadie podía comprender, de ahí el asunto de "Heráclito el oscuro de Efeso", Para peor el libro se empezó a perder de a poco, por ende comprenderlo es más difícil porque le faltan partes.
Aunque a lo mejor no le faltan partes, si no que es así, un libro que ha nacido ruinoso. Tal vez los textos de Heráclito fueron desde un principio con aspecto ruinoso, con astucia para sorprender a una posteridad que respeta siempre más lo que se ha perdido.
En la montaña Heráclito se alimentaba con hierbas recolectadas al azar en sus caminatas. Es una mala política alimenticia nos dirá Cormillot, imagínese usted saliendo por la calle Bacacay y juntando hierbas, pasto, caléndulas, margaritas, ortigas, revientacaballos, al segundo día usted morirá.
Heráclito decía: "Nada puede interponerse entre estas plantas y yo, cortarlas no implica el menor comercio entre los hombres". Decía a cada rato.
Con aquel régimen terminó por perder la salud, como ya habíamos previsto.
Se le hincharon las piernas, las manos, los tejidos, sufría de hidropesía, retensión de líquido. Había que encontrar un remedio antes de que el alma perdiera la sequedad que la constituía.
Bajó de la montaña y pidió ayuda a los eruditos (que según se conjetura vivían a los pies de la montaña). Les explicó a estos que si el alma era la emanación de un fuego primero, mantener la presencia de ese agüita en el cuerpo era perjudicial.
Los sabios lo escucharon y le aconsejaron reposo, con esa rapidez que caracteriza a los sabios, con ese espíritu práctico que también los caracteriza. Repose, total si se muere por lo menos no va a  seguir jorobando.
Heráclito volvió a abandonar la ciudad y ayudado por sus sirvientes intentaba transpirar al calor del día, transpiraba pero no se curaba.
Finalmente se detuvo cerca de un establo y dio la orden a sus sirvientes de que le cubrieran el cuerpo con estiércol y lo dejaran ahí tirado al sol. Nadie había ordenado jamás algo semejante. Heráclito creyó que cubierto de bosta y al sol, la humedad de su cuerpo pasaría violentamente hacia la capa de desperdicios (a esto le llamaban pensar).
Pues lo untaron con mucho cuidado hasta que no se vieron más que los ojos de Heráclito.
Allí tirado esperaba que el fuego se apoderara de él, el fuego debía triunfar siempre. Pero se murió asfixiado.
Los sirvientes lo abandonaron allí, pero antes defendieron el cuerpo de los perros que se tentaban.

Aristóteles
Quiso organizar antes de morir, la totalidad del saber. Para eso debía trabajar sin interrupciones, comenzó por comer mientras leía, o leer mientras comía.
Enseñaba durante las caminatas de un sitio a otro para ahorrar tiempo.
Tenía sobre su mesa varios rollos abiertos al mismo tiempo, fichas de papiro siempre preparadas, dos escribas a su disposición para dictarles y se impuso pasar de un estudio a otro varias veces a la jornada para evitar el tedio.
Pero eso no alcanzaba para catalogar el saber general, para reflexionar y escribir era necesario reducir las horas de sueño.
Entonces inventó un aparato para robarle horas al sueño, se trataba de un instrumento de estímulo y tortura, era un mecanismo de despertador, con el que se infligía a si mismo tensiones. Creía que al sueño se le podía ganar, o al menos se le podía ganar una o dos reflexiones más.
A la noche un esclavo, llegaba a la mesa de trabajo de Aristóteles y colocaba sobre su mano izquierda una bola, pero de bronce. En el suelo, justo donde caía la mano, había una especie de Gong, una lámina metálica. Cuando el filósofo se dormía la bola caía sobre la lámina y producía un ruido. Bueno... no era un gran invento.
Cierta vez la bola cayó contra el metal, pero el pensador no despertó porque había muerto.
No pudo robarle un par de reflexiones a la muerte.

Platón
Viajó a Egipto y allí abrieron los sacerdotes para él algunos papiros sagrados. Buscaba encontrarse con los pensamientos de Pitágoras, sabía que aquel maestro había detentado conocimientos esenciales sobre el orden del universo, sobre su arquitectura interna y sobre la liberación del alma.
Es decir ya Platón tenía aquella convicción que todos vinieron a tener en algún momento, a saber que Pitágoras conocía algunas cosas que después nadie supo. Pero las enseñanzas permanecían en el más estricto secreto.
Ya se sabe el cuidado que tenía Pitágoras con los secretos, por ejemplo los pitagóricos habían descubierto el secreto de la esfera de doce pentágonos, o sea el dodecaedro, el cual conocemos todos por alguien que pagó con su vida revelarlo, en realidad lo condenaron a una muerte civil, nadie le hablaba, y al final el tipo se suicidó.
La única preocupación de Pitágoras era mantener secretos, tanto así que a veces no se preocupaba por los secretos que tenía que cuidar y había gente cuidando nada, cuidando que nadie supiera una cosa que ni siquiera se había convertido en saber.
Platón estaba cierto de que Pitágoras algo debía saber. La comunidad pitagórica había sido destruida ya, los alumnos dispersos callaban.
Patón oyó hablar de un cierto Filolao, un médico que había vivido en Crotona, la ciudad donde Pitágoras estuvo bastante tiempo, y que supuestamente había consignado lo esencial de las enseñanzas de Pitágoras en tres obras. Nadie parecía haberlos leído ni visto, algunos decían que esos libros no podían existir.
Platón se hizo amigo de Dionisio, el griego que gobernaba Siracusa, y en al corte se encontró con un ñato que sabía donde vivían los parientes de Filolao, entonces fue y golpeó.
-¿Está Filolao? -No, ya no está.
Pero se habían conservado sus recuerdos y sus escritos que fueron mostrados a Platón, quien notó que esta gente no captaba el gran saber que había en esos libros. Los asustó un poco, les dijo que todos los que se enteraban de esos secretos se morían y entonces les preguntó por qué no se los vendían. Ofreció 200 talentos (era mucha guita), los parientes le pidieron 700, Platón pagó 600 y se los llevo.
Mirá vos la que les hice a estos, se dijo mientras creía llevarse la explicación de los misterios del universo.
Cuando llegó a la casa de Dionisio revisó los rollos y decían pura gilada.
Así fue engañado Platón por los parientes de Filolao. Esperando encontrar el secreto del universo y leyendo cosas como "Si reenvías este manuscrito a cinco personas esta noche la persona que amas te llamará por teléfono"



Texto adaptado de la emisión de: La venganza será terrible del 22/12/11

8 de abril de 2011

La misteriosa mansión Winchester

La viuda de Samuel Winchester, el inventor del rifle de repetición, mandó levantar una casa que se estuvo construyendo durante 38 años sin parar hasta el momento de su muerte. La Misteriosa Mansión Winchester, tiene 4 pisos, 467 entradas, 47 chimeneas y 2 espejos.
Sarah, se había casado en 1862 con William Winchester, el heredero de la famosa fábrica de rifles a repetición que fue uno de los pilares de la conquista del oeste norteamericano. Cuando todo parecía encaminado -un matrimonio bien avenido en la alta sociedad de la Costa Este, una fortuna consolidada, un futuro brillante-, Sarah sufrió dos golpes de los que nunca se recuperaría: la muerte prematura de su hija Annie y, años después, la de su marido. Probablemente aparecieron allí las primeras señales de un desequilibrio que dictaría su rara conducta respecto de la casa.
Sin poder encontrar una razón natural para su tragedia, la buscó en lo sobrenatural. Y aconsejada por una médium de Boston, según la cual la pobre mujer estaba maldita, pagando las culpas de los Winchester, acosada por una legión de indios y soldados muertos por las balas de los rifles durante la conquista del Oeste y la Guerra de Secesión, decidió mudarse y hacer todo lo necesario para calmar a los espíritus malignos.
Si les construía una casa especial para ellos, estaría a salvo mientras duraran las obras. En caso contrario, según la médium, sería la siguiente víctima de la lista. Cuánto de superstición y cuánto de desequilibrio había en Sarah Winchester, es difícil medirlo. Pero con su mudanza a una granja de ocho habitaciones en San José comenzó la leyenda de la Winchester Mystery House.
Ella creyó que su única oportunidad para vivir una vida normal era la de construir una casa de forma permanente. Si la casa nunca se terminaba, ningún fantasma podría instalarse. La casa contiene muchas características utilizadas para atrapar o confundir a los espíritus. Hay puertas pequeñas o que no conducen a ninguna parte, y ventanas que miran adentro de otras partes de la casa. Aunque la mansión sea enorme, hay sólo dos espejos en el lugar. Esto se debe a que Sarah creía que los fantasmas temían a su propio reflejo.
Sarah murió en 1922. Entonces la casa, que había llegado a tener entre 500 y 600 habitaciones, tenía 160 cuartos, con 2000 puertas, 10.000 ventanas, 47 hogares, 47 escaleras, 13 baños y 6 cocinas.
En sus 160 habitaciones suceden misterios y fenómenos extraños que dieron a la mansión su nombre; una ventana construida en el interior del piso, escaleras que conducen a ninguna parte, una chimenea que se alza cuatro pisos, puertas que al abrirse sólo dejan ver una pared en blanco, los pilares al revés.
También aparece durante el recorrido una notable obsesión con el número 13: hay 13 baños (al decimotercero se llega subiendo 13 escalones, y cuenta con 13 ventanas), todas las rejillas de desagüe tienen 13 agujeros, muchas ventanas están compuestas por 13 paneles, el pavimento de la entrada está dividido en 13 sectores, y en el dormitorio de Sarah hay un armario con 13 ganchos donde se colgaban 13 vestidos. Los que usaba durante sus sesiones de espiritismo. La lista de otros 13 es larga: 13 cúpulas de cristal, escaleras de 13 escalones, 13 partes en el testamento de la dueña de la casa, que fue firmado 13 veces.
Hoy en día la casa Winchester se puede visitar, pero únicamente acompañado por un guía. La primera recomendación de los guías: no desviarse nunca del recorrido propuesto porque nadie puede garantizar que el visitante perdido sea encontrado nuevamente.


Fuente: pasarmiedo

31 de marzo de 2011

Mariano Melgarejo, un dictador boliviano.

General boliviano que gobernó su país a sangre y fuego desde 1864 hasta 1871. Había nacido en Tarata, de padre desconocido; era alto, tal vez era el hombre más alto de Bolivia.
Solía decir que las fronteras no existían, y para demostrar ese acierto le regaló al imperio del Brasil 65.000 km² de selva y le cedió a Chile toda la costa del Pacífico. 
Al asumir la presidencia tomó medidas de distinta índole, como disolver las municipalidades, imponer a Cochabamba empréstito forzoso, restablecer a La Paz como la capital de la república, y permitir los carnavales. En 1865 la joven Juana Sánchez, que era hija de una familia aristocrática, fue a verlo a su despacho para pedir por su hermano que estaba preso, y jamás volvió a su casa, porque Melgarejo se enamoró, y ella también. Desde entonces compartieron el poder.
Se cuenta que Juana andaba siempre desnuda en el palacio de gobierno, aún ante los ministros y aún ante los embajadores extranjeros, que sin dudas un poco de perplejidad sentían, pero temían hacer algún observación por miedo a causar un incidente internacional.
El hermano por el cuál ella fue a pedir no solo fue liberado, si no que fue también nombrado ministro.
Melgarejo era un hombre de escasa ilustración, despreciaba a los doctores (sin embargo era un hombre de escasa ilustración). Tenía, eso si, respeto por la iglesia.
Se había enterado de que Alejandro de Macedonia tenía un caballo llamado Bucéfalo y le puso ese nombre a su propio caballo, según dicen, solamente él era capaz de montar a Bucéfalo.
Como puede suponerse, gobernaba con enorme crueldad, había revueltas con mucha frecuencia, las cuales eran aplacadas de manera muy sangrienta. En cierta ocasión, habiendo tomado Cochabamba, mató a centenares de hombres, abrió las puertas de las casas principales a cañonazos, luego se apoderó de todas las muchachas de la aristocracia y las sometió a los peores vejámenes, tales como azotarse mutuamente con la promesa de perdonar la vida a la vencedora. Pero sin embargo antes de esta orgía de sangre Melgarejo había asistido a misa.
El 29 de noviembre de 1868 se firmó una constitución después de unas elecciones, que según parece, fueron fraudulentas. Melgarejo se hizo conferir poderes extraordinarios que incluían la facultad de perseguir a sus opositores.
Los constituyentes, a modo de ritual, debieron besar las nalgas desnudas de Juana Sánchez.
Muy lejos de allí, el 29 de julio de 1870, Napoleón III le declaró la guerra a Prusia. Melgarejo era un gran admirador del emperador sobrino nieto de Napoleón I. Fiel a sus héroes, convocó a los ministros y resolvió declararle el también la guerra a Prusia. Como la reina Victoria había permanecido neutral en aquel conflicto, también declaró la guerra a Inglaterra.
Así que expulsó al embajador inglés (a falta de embajador prusiano). Lo mandó a la Argentina, en un viaje espantoso llegó a La Quiaca, donde lo tomaron por un gringo loco. Pero al final lo protegieron y pudo llegar a Buenos Aires, donde lo agazajaron y le permitieron volver a Inglaterra. Cuando la reina Victoria se enteró de los desplantes de Melgarejo ordenó a sus diplomáticos que tuvieran a Bolivia como no existente (idea de los ingleses que parece permanecer hasta hoy en día con respecto a toda latino américa).
El general no se contentó con una simple declaración de guerra, entonces, reunió unos 3.000 hombres y salió a combatir a los prusianos, dejando a Juana Sánchez en La Paz para que gobernara en su nombre.
Al llegar a Oruro ocurrió una desgracia que lo detuvo. Fue invitado a una jineteada, lo volteó un potro y se quebró un pié. Obligado a estar inmóvil por un mes, se entretuvo planeando sus acciones de guerra contra Prusia en su lecho rodeado de innumerables mapas.
Había una flota boliviana en Antofagasta que consistía de tres fragatas, pero solo cabían en ella 600 hombres, además no convenía mucho ir por el Pacífico porque el asunto estaba en el otro océano. Ante un Paraguay cerrado y una Argentina en la que gobernaba Sarmiento (quien odiaba a Melgarejo) quedaba el Brasil. Podían ir a Brasil atravesando la selva hasta Río Grande del Sur.
Entonces se enviaron diplomáticos a Brasil a pedir permiso, y Brasil aceptó, pero el embajador les advirtió que la selva era impenetrable y que no se lo recomendaba.
Para colmo de males el hueso quebrado del pié de Melgarejo no se soldó bien y rengueaba.
Vistió a sus soldados a la europea, les compró uniformes nuevos y estudiando la situación se le ocurrió que podía desembarcar en Normandía. Pasó revista a su tropa y lanzó una proclama: "Vamos al mar, que es la traición de Dios, seremos el país más poderoso entre los poderosos". Marcharon, se toparon con una sequía, pasaron tiempo sin comer y le anunciaron, estando en plena selva Amazónica, que Napoleón III había sido derrotado en los campos de Sedan, sin esperar a que ellos llegaran. Pero Melgarejo pensó que le estaban mintiendo y siguió adelante.
Llegaron otros mensajeros, cinco, siempre con la misma noticia. Los hizo azotar a cada uno.
El 13 de noviembre recibió otra horrible noticia, los bolivianos en Londres habían sido expulsados por apátridas y representantes de nada, toda vez que la reina Victoria había declarado la inexistencia de Bolivia, entonces Melgarejo volvió a declararle, una vez más, la guerra a Inglaterra.
Cuando estaban en medio de la selva le avisaron que en Potosí se había revelado el Gral. Rendón, por lo tanto decidió volver sobre sus pasos para exterminar a los rebeldes antes de luchar en Europa.
El 28 de noviembre Melgarejo redujo una vez más a la obstinada Potosí, 400 ciudadanos fueron fusilados y el Gral Rendón fué colgado. Las tropas procedieron al saqueo y a la violación.
La situación se complicó porque otras ciudades adhirieron a la revolución. Melgarejo se refugió en Taratas, su pueblo natal, preparó su asalto a La Paz, pensando que allá todavía estaba Juana, pero en realidad toda la familia Sánchez ya se había ido.
Las tropas de Melgarejo avanzaron sobre la capital el 15 de enero, con un ejército cansado y con solo 210 caballos. Entonces, llegó la derrota, la derrota y después la increíble huida de Melgarejo a Chile, solo. Y en Chile lo detuvieron como exiliado, allí se enteró de que Juana estaba en Lima y con unos dineros que le prestaron, que juntó trabajosamente, se fue a Lima.
Pero cuando llegó, Juana se negó a recibirlo. Y su propio cuñado, aquel a quien había liberado de la carcel y había nombrado ministro, lo mató frente a la puerta de su casa.



Texto adaptado de la emisión de La venganza será terrible del 28/03/11

13 de marzo de 2011

La noche de bodas de Luis XIII de Francia

Uno de los rasgos más conocidos de este rey es el que señala sus dificultades amatorias.
En 1612 María de Médici, la madre de Luis firmó con Felipe III de España un contrato de matrimonio para unir a sus hijo Luis con la pequeña Ana de Austria de catorce años.
Luis parecía prestar poca atención al asunto, él estaba muy dedicado a la cría de pájaros, no se interesaba por los preparativos de aquella unión. Sin embargo, un tiempo después, fue obligado a subir a la carroza que lo conduciría hasta donde estaba su futura esposa. 
Al llegar sonrió por un instante porque le comunicaron que su madre acababa de contraer varicela, motivo por el cual el casamiento se iba a demorar un mes más.
Al mes hubo otro viaje, Luis preguntó sobre la apariencia física de su esposa ya que nunca la había visto, pero nadie le pudo decir mucho. Entonces una mañana se hizo conducir hacia el castillo donde Ana se había detenido a pasar la noche, y sin dejarse ver por los españoles entró a la mansión, vio a la novia y se volvió. A la mañana siguiente alcanzó él mismo la carroza donde viajaba Ana y se puso a la par, asomó la cabeza y se señaló a si mismo con el dedo, mientras gritaba que era el rey.
Esa misma noche hubo una fiesta de recepción, Luis pareció bastante intimidado por su futura esposa y no se atrevió a dirigirle la palabra, el día siguiente fue peor, y así empezaron a circular por la ciudad frases muy burlonas respecto a la timidez del rey. 
Al fin la noche del 23 de octubre de 1612 se preparó todo para el encuentro íntimo. El rey estaba tan pálido que algunos amigos le contaron anécdotas picantes para estimularlo.
Después de la cena, el rey se fue hasta su cámara, donde su madre lo esperaba para conducirlo hasta los aposentos de Ana de Austria. Antes de llevarlo, María de Médci dijo: "Hijo mío, no es suficiente con haberte casado, tenéis que ir a visitar a la reina que os espera" (y le hizo un gesto como explicándole). Luis contestó que solo aguardaba órdenes, dijo: "Voy, si ello os place, a verla con vos", entonces, acompañado de su madre, junto con dos nodrizas, un gobernador, el Marqués de Ranville, el señor de Varignan y los caballeros del guardarropas (que llevaban la espada del rey), se presentó en los aposentos de Ana.
Al aproximarse a Ana (que ya estaba en la cama) María de Médici habló así "Hija mía, he aquí al rey que os entrego, recibidle a vuestro lado y amadle, os lo ruego".
El rey se metió a la cama, todos los presentes le desearon buena fortuna, dieron media vuelta y se retiraron. Dos horas más tarde Luis XIII reapareció y le comentó al médico que se había unido con su esposa en más de una ocasión.
Se redactó un comunicado acerca de la noche de bodas, todo tenía que ver con la necesidad imperiosa de Maria de Médici de certificar de algún modo que la unión con Ana se había consumado, si en España se enteraban de que el rey no cumplía con el débito conyugal, tal vez decidirían colocar a Ana junto a otro monarca.
Pero la verdad es que la intimidad de la corte no creyó en el éxito de aquella noche, y se temió por la continuidad de las relaciones con España. Al día siguiente de la supuesta consumación Ana y Luis se contemplaban con aire aturdido y parecían muy tristes. Por la noche Luis XIII no pidió ser acompañado a la cama de la reina, cosa de la que muchos se asombraron.
A partir de entonces Luis y Ana sostuvieron una distancia extrema, no se cruzaban en ningún sitio y eso trajo enormes complicaciones para la alianza entre los dos países. Mientras tanto los funcionarios del palacio contaban a los españoles felicidades inexistentes, le enviaron a Felipe III documentos precisos que hablaban acerca de los pasos del rey, de un entusiasmo y una doncellez perdida.
En una oportunidad ocurrió algo curioso. Los funcionarios franceses supieron de la visita de enviados de la corte española que seguramente auditarían acerca de asuntos amorosos. María de Médici sostuvo entonces una ficción que convenció a los españoles de la fogosidad de los recién casados. Todos los cortesanos franceses con aire desentendido se acercaban a los embajadores de España y les sugerían que la ausencia del rey y la reina se debía a la conflagración constante de sus cuerpos (¡Que quiere monsieur, se la pasan todo el día conflagrando!). Y la verdad era que el rey se iba a cazar pájaros y la reina iba para cualquier otro lado.
Digamos para terminar que Luis XIII no manifestó el deseo de encontrarse íntimamente con su esposa hasta cuatro años más tarde. Y durante todo ese tiempo debió mentirse a la corte española para que el conflicto no estallara.
Aunque en realidad tampoco es seguro que haya existido una verdadera intimidad entre los reyes, tanto es así que se duda de la paternidad de sus dos hijos.


Texto adaptado de la emisión de La venganza será terrible del 07/03/11